Las crisis son también generadores de voceros del infortunio; eminencias del fatalismo que todo lo ven con un matiz más oscuro del que realmente es. Este fenómeno se reproduce lo mismo de manera individual, por el placer de ser, mientras que otros son coordinados en bloque con tal de imponer su razón en la “batalla de los discursos”.

En la materia turística, desde el principio de la pandemia, los futurólogos de la calamidad preveían que solo 4 líneas aéreas sobrevivirían a la etapa poscovid, pocas esperanzas de vida le daban a las aerolíneas que dejaran de usar el asiento de en medio con tal de conservar la sana distancia.

En un informe de la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA), predecía que no sería rentable volar con una ocupación del 62 por ciento y presionaban con encarecer los boletos por arriba del 50 por ciento, aunado a que no se respetaría la sana distancia de metro y medio, ya que evitando un asiento apenas los separarían 50 centímetros.

Convencieron los argumentos financieros y técnicos; una de las mayores preocupaciones de los pasajeros era contagierse con el aire en el interior de la cabina, quedó resuelto cuando Airbus explicó que el aire se renueva cada par de minutos y se purifica con unos filtros similares -HEPA- a los utilizados en hospitales que pueden erradicar el 99.9 de las partículas.

Por ello en el viejo continente se adelantan y autorizan que la capacidad en el número de asientos pueda volar a toda su capacidad pues la Comisión Europea considera innecesario mantener vacío el asiento de enmedio. Solo obligan a los pasajeros a utilizar mascarillas.

La información de los protocolos aún no está alineada, esto causa confusión; ya hemos visto a través de videos que se suben en las redes sociales, la paranoia de los pasajeros al verse en un avión a toda su capacidad y si alguien se quita el cubrebocas puede desatar la sicosis colectiva en pocos segundos.

Aquí está otra prueba de que el turismo de la nueva era se está dejando para después.

@ElCastorOficial