Los habitantes de las redes sociales son incendiarios cuando los provocas con un tema que toca su sensibilidad ¡y en la comida, hasta el más chimuelo, es experto! Padecí la furia tuitera con los Huevos Motuleños; un día escribí que Doña Evelia -a quien visité en Motul Yucatán- era la mera-mera de la receta original y por poco me expulsan de la península.

Con el correr del tiempo, “La Covi”, una de mis feroces críticas, aunque adorable amiga, volvió a “zapearme” por el inexacto comentario, pero me regaló una de las mejores mañanas de este año; organizó una tertulia con la familia Siqueff, heredera (tercera generación) de la receta original.

“Todo empezó en “La Sin Rival” una cafetería-panadería que instalaron en la casa de la familia Siqueff en Motul” me cuenta María José, de los mismos apellidos, una mujer que, así como cocina, platica. Se les da la charla sabrosa, aderezada con múltiples anécdotas de su parentela.

Me remontaron a 1895 cuando llega la migración libanesa a México; el primer Jorge (este nombre lo llevarán los descendientes) fue Jorge Elías Siqueff Simón dedicado al comercio de hilos y telas en Motul (muere en 1940) enseguida aparece en escena el protagonista de esta historia: Jorge Farid Siqueff Febles, el creador de los Huevos Motuleños, quien inicia el negocio en la casa de la familia, junto a su hermana Amine y su esposa Margarita Alonso. Les fue tan bien, que deciden probar suerte en Mérida.

“El viejo, al llegar a la capital yucateca, encontró una casona por las calles 59 y 68 en el barrio de Santiago, y ahí abrieron un 12 de noviembre de 1959” narra María José y al hacerlo pareciera que tiene al abuelo a un lado mientras departe, toda vez que lo menciona lo hace con cariño y respeto, pese a no haberlo conocido, pues murió en 1970, el mismo año en que ella vino al mundo.

¿Cómo surgió este platillo que se ha vuelto imprescindible en las cartas de los restaurantes? “Fue un poco de todo lo que el viejo tenía a la mano y de la nostalgia por la tierra de sus ancestros”.

– ¡Ah! las tostadas son quizá el sustituto del manakish (el pan libanés más popular; plano y crujiente) -le comento- untarle frijol crea un símil con extender hummus una mezcla a base de otra leguminosa como el garbanzo.

Con mis comparativos, María José solo ríe divertida y me dice: “podría ser; ahora bien, la clave está en la salsa de tomate con cebolla, tan populares en Líbano como en México; que al cortarlos en trozos más grandes son nuestro sello, además, si le agregamos el jamón ahumado, suma sabores junto al confeti de chícharos” me comparte mi contertulia.  En lo que respecta al plátano macho, éste, se le incluyó a la receta cuando llegaron a la Ciudad Blanca por sugerencia de un amigo cubano.

El nombre de “Huevos Motuleños” tiene también una historia que honra al pueblo que los vio nacer; cuentan que el gobernador electo Felipe Carrillo Puerto hacía una gira por Motul junto a un grupo de intelectuales, entre ellos José Vasconcelos, quien preguntó:

-Y a todo esto, ¿Qué estamos desayunando?

Sin chistar, el futuro gobernante gritó:

-Son los auténticos “Huevos Motuleños”

Todos rieron de buena gana, hasta el cocinero, que era Jorge Siqueff. Ahora bien, esta escena para situarla de manera más poética, se realiza en el cenote Sambulá.

¿Es mito o realidad la historia? Le pregunto a la heredera de los Siqueff. “Las leyendas las hace el pueblo y como tal, las respetamos”. Termina diciendo María José.

El próximo año Motul cumple 150 años; seguramente algunos renglones de su historia tendrán especial reconocimiento a los afamados huevos. “Hecho famoso por sus clientes”. Como reza su slogan.

@elcastorviajes