Cómo recuperar tus poderes sobrenaturales 

200 Hectáreas de rododendros, flores exóticas y árboles de lo más extraño cohabitan en el Parque de Kromlau. Ya con eso, fue más que suficiente para que tomara mi mochila y me lanzara a la aventura en un rincón casi desconocido de Alemania. A decir de los lugareños, este paisaje natural, es un portal a otras dimensiones. 

Conocido como  El Parque de las Azaleas y los Rododendros, Kromlau se encuentra muy cerca de la frontera de Alemania con Polonia, a poco más de 130 kilómetros de Berlín desde donde tomé el tren hacia Gablenz, pequeña ciudad alemana a la que llegan los que, por alguna extraña razón – o los elegidos-, se enteran de la existencia de este lugar que en su centro alberga al Puente de Rakots o “Puente del Diablo”, ese que dicen, fue construído por el mismísimo dueño del infierno. 

Esta macabra referencia no me asustó en absoluto, pues hay infinidad de puentes con el mismo nombre que, durante la Edad Media, mantuvieron a Lucifer haciéndola de ingeniero a lo largo y ancho de Europa: el Puente Martorell en España; Devil’s Bridge Kirby, en Inglaterra; Ponte Diavolo Cavallara, en Italia o el Pont du Diable Aniane en Francia, son algunos ejemplos de lo atareado que anduvo el pobre diablo en aquélla época en que el yugo religioso dirigía la mentalidad de la sociedad provocando temor a todo aquello no establecido o ‘aprobado’ por la Iglesia y por supuesto, hacia todo aquello que pudiera parecer o ser extraordinario y que, por obviedad, no podría haber sido construido por manos humanas. Así que construyó varios puentes, ya sea con sus fogosas manos o dando órdenes a humanos que poseía para hacerlo. 

En fin, que este puente del diablo, no aparece en el mapa junto a sus hermanos, probablemente porque fue construído mucho después, hasta el siglo XIX. Friedrich Herrmann Rötschke, dueño de la mansión Kromlau, comenzó en 1844 la construcción de lo que siempre fue un sueño para él, un parque en el que hubiera toda variedades de plantas poco comunes y vaya que lo consiguió. 

Lo primero que hice fue instalar mi casa de campaña y de inmediato me dispuse a perderme entre los árboles y flores que en verdad emanan el espíritu de un bosque habitado por hadas. Hay robles negros del este que yo ni sabía que existían, robles escarlatas y robles de los pantanos que, ante su vista, uno se queda esperando que de entre las ramas surjan duendes o, al menos, hongos parlantes. De entre esta variedad de robles, se conservan aún, muchos de los plantados por el propio Rötschke. Para continuar con el ambiente de cuento, llegué a un estanque de nenúfares repleto de brezos rosas, flores de té del labrador blancas y obviamente, azaleas y rododendros que llenan el agua y el aire de tonos rosados, morados y blanco que me llevaron a sentir que no pisaba la tierra. 

En el centro del parque se impone solitario y  el Puente Rakotzbrücke -Rakotz para nosotros-. Al verlo, entiendo todo, se siente la magia, el poder, el halo de misterio que lo rodea es innegable. En los extremos, dos finas espirales que parecen afloramientos naturales, escoltan el paso de piedra rematadas por unas puntiagudas agujas basálticas que refuerzan su bello aspecto ‘maligno’. El paso por encima del río, está formado por un arco sumamente delgado hecho de rocas de color oscuro que lo hacer ver elegante, sobrio y eso sí: místico. El diseño está construido en con un medio círculo simétrico, que al reflejarse sobre las aguas quietas, forma una circunferencia perfecta, ilusión óptica que se aprecia desde cualquier ángulo y que al verlo parece el ojo de un reptil gigante. 

Según la leyenda, el puente fue construido por un arquitecto que no había logrado hacer nunca una obra destacable y que le diera prestigio. Al percatarse de su frustración, el diablo le propuso echarle una manita y fue así como el constructor diseño un arco de basalto perfecto, pagando por ello con la moneda del infierno: su propia alma.  

Haciendo a un lado esa leyenda oscura, existen otras creencias en torno al río, al puente y en sí al parque; se dice que quien navegue por debajo del arco en noche de luna llena, obtendrá un poder sobrenatural y también, los lugareños cuentan que  la noche del primero de mayo, cada año se reúnen sin falta, todas las brujas de Alemania para contemplar el Puente de Rakotzbrüke.  

Leyendas más, historias menos, lo que es cierto es que este enigmático puente tuvo su chiste para ser construido y se usaron piedras de Alemania pero, también de suiza, desde donde tuvieron que ser acarreadas una a una para lograr completar la obra que había surgido en la mente de Friedrich Herrmann Rötschke. 

Después de todas los cuentos narrados acerca de hechizos y poderes sobrenaturales, algunos atrevidos quisimos quedarnos a acampar en el parque para ver si nos encontrábamos alguna bruja o de perdida se nos pegaba un poco de clarividencia o magia. Sin embargo, dicen, eso solo lo sabremos después de meses ya que esos dones se manifestarán hasta que los necesitemos, háganme el favor. 

En fin, que a la mañana siguiente, regresé caminando a Gablenz y me encontré con un acogedor lugar, Azalee se llama y es una pequeña cafetería donde disfruté un delicioso chocolate caliente y un pedazo de Donauwelle, un pastel hecho con panqués de vainilla y chocolate, cerezas àcidas y crema de mantequilla, después del cual me dispuse a comprar mi boleto de tren para volver a Berlín y esperar que mis nuevos poderes sobrenaturales despierten.

Gabriela Albarrán