Oculta en medio el bosque, rodeada de árboles, arbustos y una frondosa vegetación,  se esconde un cueva que protege el hogar de los espíritus de la naturaleza. En el centro se encuentra una laguna de aguas azul turquesa tan cristalinas, que parecieran no existir. Aquí, habitan las ninfas.

Suena a historia de la Mitología Griega ¿verdad?. A decir de los lugareños, la Cueva de Melissani está habitada por ninfas, las bellas y delicadas criaturas hijas de Zeus.

Ubicada en la Bahía de Sami en la Isla de Cefalonia, esta cueva se que formó más de 20 mil años, fue descubierta hasta 1953 gracias a un terremoto que derrumbó parte del techo, dejando al descubierto el lago subterráneo. Resulta muy interesante que, después de varias excavaciones, se encontró evidencia de que el sitio había sido lugar de culto y veneración -muy semejante a lo descubierto en los cenotes mexicanos en Yucatán- de la cultura minoica. Se encontraron restos arqueológicos como lámparas de aceite, platos y figuras que representan al dios Pan y a sus Ninfas; además, en la pequeña isla en el centro del lago, el arqueólogo Spyros Marinatos, descubrió un santuario dedicado Pan. Todos estos hallazgos se encuentran en exhibición en el Museo Arqueológico de Argostoli.

Antes de llegar a Sami, está la desviación que señala el camino hacia la cueva, bajamos por un túnel común y corriente que nada tiene que ver con lo que nos espera más adelante. Subimos a unas pequeñas barquitas de madera con remos y el guía nos da una vuelta por la cueva mientras nos cuenta que “…los dioses escogieron un lugar escondido y apartado como hogar de las ninfas para mantenerlas alejadas de las curiosas miradas de los mortales…”. Consta de dos salas, la primera y más grande, tiene una abertura en el techo derrumbado por donde la luz del sol entra a raudales haciendo que el azul turquesa del agua sea más intenso aún, llenando todo alrededor de destellos amarillos, verdes y azules. La segunda sala es pequeña y oscura, mítica y hechizante, está iluminada con luz artificial; las estalagmitas y estalactitas -con forma de delfín- unidas al sonido del agua, a las algas y al musgo en los muros, hacen que uno prácticamente “vea” en estas aguas el relato del guía, “… las ninfas bailaban aquí, cantaban y reían…los delfines eran sus compañeros y mensajeros…”.

Aterrizando un poco en la mortalidad, nuestro informante nos explica que una de las curiosidades de este lago es que lleva agua dulce proveniente de manantiales que brotan por debajo pero también agua salada que llega del mar que está a menos de 1 kilómetro de distancia, así, por un lado de la cueva entra agua dulce y por el otro agua salada y según él esto se debe a que “…La Ninfa Melissanthi se ahogó en estas aguas a causa de su amor por el dios Pan…

Lo que es cierto sin duda alguna es que Melissani es uno de esos lugares que, como dicen por ahí, “tienes que visitar al menos una vez en la vida”.

Escrito por: Gabriela Albarrán