Rodeado de agua, con muros de ladrillo y torres altísimas que terminan en conos azules y puentes levadizos sobre el agua, se levanta imponente este castillo ubicado en la ciudad de Utrecht, a tan solo media hora de Ámsterdam.
Apenas verlo, me recordó a los castillos que construía de niña, pieza por pieza, con ayuda de mi papá. Solo que el Castillo de Haar pareciera levantado por las manitas de un niño gigante.
Lo más sorprendente de esta construcción clásica de la Edad Media, es que !no es de la Edad Media, sino de 4 siglos después!. Resulta que esta fortaleza efectivamente es muy antigua, pero no era un castillo en sí, era un pentágono enorme y solo tenía dos torres colosales de más de 8 metros de diámetro. La propiedad fue pasando de generación en generación en la familia Van Zuylen hasta que, después de dos siglos de abandono total, Ettienne Van Zuylen la recuperó y se le ocurrió hacerle algunas ‘renovaciones’ para lo que contrató al prestigiado arquitecto Pierre Cuypers, quien tardó 20 años en la construcción del que es ahora, uno de los castillos más grandes y más visitados de Europa.
Haar se encuentra hoy rodeado de majestuosos jardines pero, no siempre fue así, en su lugar estaba anteriormente el pueblo de Haarzuilens y así fue hasta 1892, año en que Van Zuylen tuvo a bien derribar todas las viviendas y a sus habitantes y reubicarlos unos cuantos kilómetros más adelante para así extender su casa de veraneo a sus anchas, absorbiendo por supuesto, el costo que esto implicó; ah, pero eso sí, la capilla del pueblo fue renovada y reincorporada dentro de los límites del castillo para permanecer a disposición de los fieles. Para los jardines, el Barón mandó traer 7 mil árboles de 40 años de edad que fue escogiendo de distintos bosques en toda la provincia de Utrecht y trasplantó a su jardín personal. A la entrada, nos recibe una postal de miles de flores que enmarcan el castillo en rojo y blanco, canales de agua y puentes que hacen sentir al visitante cual caballero que va a rescatar a la princesa de la torre más alta. La variedad de jardines estilo francés es realmente espectacular, particularmente quedé fascinada con El Jardín de las Rosas, espacio en el que reinan 79 especies de rosas y hay más de 1200 de estas flores. Como dato curioso, nos cuenta el guía que este jardín lo hicieron para conmemorar la vida de Hélin, hijo mayor de Ettienne Van Zuylen y que perdió la vida a los 24 años en un accidente en su auto. Durante mi paseo por el exterior del lugar, me encontré varias veces con ciervos de lo más amigable que observan a los turistas con ojos curiosos pero, sin el más mínimo asomo de miedo o precaución ante los intrusos humanos. El área de los jardines es de casi 550 mil metros cuadrados, es decir, 12 veces el Zócalo capitalino pues un castillo espectacular y grandioso, necesitaba jardines a la par.
Y si por fuera es ostentoso e inmenso, el interior me dejó con la boca aún más abierta. Lo primero fue el hall principal que originalmente, era el patio de la casa al que le pusieron techo de madera fina, mide 18 metros de altura y le da un aire como de iglesia gótica y misteriosa. Aquí era donde se recibía a los invitados a las grandes fiestas, por este salón desfilaron figuras del jet set, de la política y de Hollywood. Mientras recorría con la mirada el lugar, no dejaba de pensar que, en esta entrada, dejaron sus abrigos y sombreros Roger Moore, María Callas, Joan Collins, Brigitte Bardot y hasta Coco Chanel. Vaya tertulias las que se armaron aquí cada vez que la Baronesa Marie Helene Van Zuylen venía a pasar el verano con sus amistades y no es para menos si tomamos en cuenta que el dinero para fabricar este castillo, salió de las arcas de su herencia proveniente la dinastía Rothschild, una de las familias más ricas del mundo.
El Castillo de Haar tiene 200 habitaciones y la decoración es una mezcla como de chile, manteca y dulce; las visitas solo tenemos acceso a una parte de la planta baja donde admiramos antigüedades de distintos períodos y lugares mezcladas con obras de arte de todas las corrientes habidas y por haber que la Baronesa fue adquiriendo durante sus viajes por el mundo. Para dar una idea de lo ‘ecléctico´ del asunto, en el comedor se encuentra una réplica del castillo completamente hecha de azúcar y en la paredes las fotografías de los personajes famosos que han desfilado por aquí. Los salones parecen sacados del castillo de la Bella y la Bestia de la película animada de Disney, alfombras impecables de color rojo, arcos, ladrillos y vitrales y en las habitaciones por ejemplo, me tocó ver una bañera empotrada en el suelo junto a la ventana; de lo más raro que he visto en una habitación de lujo.
Y ya que es un castillo de cuento de hadas, hay que sacarle provecho, así que las instalaciones se rentan para celebrar bodas al estilo “Y fueron felices para siempre”, la boda de tus sueños puede realizarse en el Jardín de las Rosas, el Gran Canal o junto al colosal castaño viejo si te gustan los exteriores y tienes hasta 1000 invitados o bien, si prefieres algo más ‘íntimo´, las habitaciones interiores son ideales y dan cabida a aproximadamente 150 personas.
La visita al interior del castillo es guiada y dura casi una hora, al terminar puedes recorrer los jardines el tiempo que desees sin costo alguno. Una de las cosas que más disfruté es que, a pesar de ser una atracción muy socorrida por los turistas, nunca hay aglomeraciones ni filas; se puede además, disfrutar el paseo entre flores y árboles casi en soledad y en total paz. Al final del día me detuve a comer en el restaurante del castillo, un lugar con apenas 30 lugares que se llama Tuinhuis que significa Casa Jardín, te recomiendo el sándwich de salmón con mostaza, huevo cocido y alcaparras para degustar con una vista espectacular del castillo y sus jardines.
Gabriela Albarrán